David Trueba (Madrid,
1969), escritor, guionista y director de cine, después de siete años
de silencio, nos entrega su cuarta novela, una historia amena y
contemporánea, narrada con humor contenido, sobre el naufragio vital
de una relación amorosa, la infelicidad que conlleva y la
inestimable presencia de lo imprevisto que contribuye a que la
debacle se transforme en una mejor estancia.
El
protagonista de Blitz
(Anagrama, 2015) es un joven arquitecto paisajista, entusiasta de los
relojes de arena. Le fascinan porque dicha obsesión le sirve de
aviso y cuantificación del valor del tiempo pero, a su vez, de
evasión. Para él, estos artilugios ancestrales formulan una idea
visual sobre la ansiedad del hombre ante el transcurso inexorable del
tiempo, ese proceso inevitable del discurrir de la vida. Por eso, la
idea concebida por Beto,
el narrador y personaje de esta novela corta, sobre su bosque de
relojes de arena, a escala humana, un proyecto que presenta, como
invitado, en una convención internacional que tiene lugar en Múnich,
es una metáfora que señala la sumisión de cada uno a la ley de la
gravedad, lo mismo que esa arena que va cayendo por la cintura prieta
de esos transparentes recipientes de cristal. Mientras el congreso
inicia su andadura, Beto
recibe, por error, un mensaje en su móvil de su novia, que le
acompaña como ayudante, y descubre que la vida que compartía con
ella hasta entonces se ha roto en pedazos.
Este
es el arranque del libro, un fogonazo cruel en el alma de un joven
arquitecto. Trueba
toma por título lo que en alemán se refiere a relámpago,
estallido, para situar lo que a continuación le va a suceder a este
hombre, de apenas treinta años, que no está preparado, ni quiere
asumir una ruptura desgarradora que llega en el momento más
indeseado e inoportuno de su carrera. Beto
no puede evitar caer en un angustioso abandono. Sin embargo, la
ternura y comprensión de una mujer mayor, Helga,
una alemana que le dobla la edad, se convertirá en un extraordinario
refugio y bálsamo que le aliviará de los estragos del desamor. A
partir de esta nueva e insólita hospitalidad, la mujer será
determinante en abrirle los ojos a la realidad sobre aspectos en los
que nunca había fijado su atención antes, como la infidelidad, el
sexo con una mujer madura, la soledad, la intermitencia del amor en
cualquier etapa de la vida y el paso del tiempo que tantas veces
había observado en los relojes, pero en el que jamás había
reparado a nivel personal.
Blitz
es una reflexión sobre las consecuencias de la orfandad sentimental
pero, a su vez, es una catarsis existencial destilada en pequeños
detalles que habla de nuevas apariciones y vislumbres acerca de esa
alocada forma que tienen los sentimientos de irrumpir en nuestras
vidas, para abatirnos o para volver a ilusionarnos.
Si
hay algo importante y que marca al lector de esta intensa novela
corta es que, una vez iniciados sus primeros párrafos, no hay otros
posibles argumentos que puedan perturbar el final del relato, ni
mucho menos lugar para pensar en abandonar su lectura, atrapado en la
intriga por saber qué va a ocurrir en la vida azarosa del
protagonista que, después del abismo, se siente más experimentado y
con la ilusión de girar de nuevo el reloj de arena de sus
sentimientos. No sería peregrino imaginar que esta historia de
soledad y fracaso nos depare en el futuro su versión
cinematográfica, dirigida por el propio autor. En este caso
concreto, parece que esta aspiración ha sido ya revelada por el
mismo escritor en una reciente entrevista en la televisión.
En
resumen: Blitz
es una novela emotiva, concebida a modo de diario personal y muy bien
escrita, donde el tiempo está muy presente, incluso en el aspecto
formal del texto. Hay una primera parte de tres días que transcurre
en el congreso y que ocupa gran parte del libro, y otra de once meses
de menor extensión. Toda la historia sucede a lo largo de un año y,
aunque Trueba sabe
bien que para contar algo se necesita guardar la distancia apropiada,
aquí acierta en la aproximación que exige el relato en primera
persona, capaz de transitar por un terreno más cercano y cómplice
con la verdad del narrador, para contarnos en un tono, entre
apesadumbrado y sentimental, una indagación en el amor perdido y la
realidad del paso del tiempo.
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