domingo, 10 de mayo de 2015

Zonas de penumbra

En la vida corriente de las personas hay una fuente inagotable de historias latentes que piden ser contadas. Basta con que la mirada del escritor vea esa otra realidad, que exige bucear en el enredo de las emociones y sentimientos de nuestras conciencias, y extraiga ese dolor ineludible que nos acompaña de manera persistente. Nuria Barrios (Madrid, 1962) nos cuenta once historias encontradas en ese ámbito donde el dolor no tiene voz, pero lastra las vidas de seres desvalidos, incapaces de soportarlo y de valerse por sí mismos. El título de esta colección de cuentos remite al primero de ellos que viene a constatar que la distancia mínima entre el dolor y la felicidad no va más allá de esa pequeñez que los separa. Esa minúscula dimensión, a su vez, puede significarlo todo o nada.

En muchos relatos de Ocho centímetros (Páginas de Espuma, 2015), la escritora madrileña se sumerge en el mundo devastador de las drogas y su impacto sobre las vidas de los que las consumen, así como sus efectos sobre las familias de los implicados. En los episodios iniciales, todo transita en un mismo tono, aunque con matices, de manera que los personajes muestran sus vidas perdidas bajo la inercia voraz de la adicción, que les conducirá a un lento suicidio. La desaparición de una joven drogadicta es el hilo conductor de los cinco primeros relatos entrelazados como capítulos de una misma trama argumental. La búsqueda desesperada de la joven moviliza a toda su familia por territorios marginales y ámbitos religiosos de influencia gitana. En esa travesía por dichas zonas descubriremos comportamientos sorprendentes, solo explicables en ese mundo enrarecido y delirante propio del fervor evangelista de estas comunidades cristianas. El resto de los cuentos responden a distintas relaciones que se topan cada una con la dificultad de comunicación de sus protagonistas. En “Yo era un buldozer”, la relación de una pareja de novios no llega a cuajar su compromiso, a pesar de los intentos apasionados de la mujer. En “El tren Neckermann”, dos niñas amigas quieren escapar de sus casas y no saben cómo llevar a cabo la huida. Esa incapacidad no impedirá seguir intentándolo porque es mucho el amor que se tienen. “Un puente de cristal” es un intenso y desesperado relato por donde transcurre la separación inevitable de Claudia y Juan, que se saldará con un desenlace dramático y feroz. En otro cuento de la colección, me refiero a “Las amigas. Una fotonovela”, se narra el desencuentro entre tres amigas por medio de un reportaje de fotos que se supone que fueron tomadas en una excursión, y al repasarlas se pone de manifiesto la fragilidad de la relación que mantienen. No sucede nada, pero ahí radica su sustancia: todo está expresado con ese vacío. En otros dos episodios, el asunto de la muerte aparece de manera inconsolable. “Danny boy” y “El limbo” representan dos metáforas conmovedoras sobre la pérdida de un ser querido.

Ocho centímetros es un libro lleno de contrastes y nada complaciente con la adversidad que rodea la propia existencia de los seres que deambulan por sus páginas. Para todos ellos existe un anhelo recóndito de escapar del dolor y tratar de ser felices, a pesar de sus muchas zonas de penumbra. El dolor evidente, el dolor invisible y las relaciones inciertas de parejas se suceden a lo largo de todo el volumen. Sus personajes viven en un escenario hostil, son seres apesadumbrados que procuran aliviarse de sus situaciones personales.

Nuria Barrios ha escrito un buen libro en clave realista, pero con una mirada sugerente de otras perspectivas, más allá del mero acontecer. Sin duda, el cuento español contemporáneo atraviesa un buen momento y este volumen es una prueba evidente de ello.

En suma, la creadora de El zoo sentimental (2000) y El alfabeto de los pájaros (2011) regresa con poderío por la senda del género breve con un conjunto de cuentos de buena factura, de mucha intensidad narrativa y escrito con la sobriedad, la sutileza y la garra que todo escritor exigente que se precie aspira para contar buenas historias y alcanzar la atención del lector sensible ante el dolor y el sufrimiento que rodean la vida de sus congéneres. 

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