A
partir del 18 de julio de 1936 fueron llegando a España hombres de
todas partes de Europa a combatir en el bando republicano contra los
insurrectos golpistas. Muchas de las tropas que conformaron estos
voluntarios extranjeros se integraron en las Brigadas
Internacionales, pero otros tantos, por diversas causas, se
mantuvieron al margen de ellas y prefirieron combatir en otras
unidades del Ejército Popular de la República. La razón principal
de que un gran número de ellos tomara esa opción se debía a que
las Brigadas se promovieron y organizaron desde el Partido Comunista,
lo que para muchos extranjeros de militancia socialista, anarquista o
marxista, ajena al comunismo, fue determinante para sortearlas y
alistarse en otras organizaciones militares. Uno de los países que
más brigadistas aportó a la contienda fue Alemania, en su mayoría
exiliados en Suiza, Bélgica y Francia. Entre ellos, cabe destacar un
gran número de combatientes de origen judío, muy concienciado de la
lucha contra el ascenso del antisemitismo que se estaba dando en
Europa, sobre todo en Alemania y en Italia.
Luwdig Renn
(Dresde, 1889 – Berlín, 1979) fue uno de aquellos sobresalientes
luchadores que llegaron a España para socorrer militarmente a la
República. Lo hizo por idealismo y decidida oposición al fascismo
emergente. Venía del exilio perseguido por los nazis y nunca se
alejó de la ortodoxia comunista. Ahí se mantuvo hasta sus últimos
días. Su verdadero nombre correspondía a Arnold Friedrich
Vieth von Golßenau, de noble
estirpe sajona. En 1910 inició su carrera militar en el Regimiento
Real de Granaderos de su país. Luchó en la Primera Guerra Mundial
como jefe de compañía y, al acabar el conflicto, ostentó el cargo
de capitán de la policía en su ciudad natal. Su fama internacional
le vino con la publicación de Guerra
(1928), un libro inmerso en aquel tremendo conflicto, narrado desde
las trincheras, que interesó a muchos historiadores y lectores.
La
editorial Fórcola, bajo la esmerada traducción de Natalia
Pérez-Galdós, publica La
Guerra Civil Española
(2016), una obra que Renn
había puesto en los escaparates hacía sesenta años, con el título
Der Spanische Krieg.
Se trata de un texto grueso y de formato bien cuidado, como nos tiene
acostumbrados este sello, que refleja el testimonio de un destacado
brigadista. Para Fernando
Castillo,
que firma un prólogo para enmarcar, el libro es más descriptivo que
testimonial. Seguramente se le deba al prologuista el subtítulo de
la obra: Crónica
de un escritor en las Brigadas Internacionales,
algo que no es desdeñable, ya que para él esto se puede considerar
también una historia en sí de la XI Brigada Internacional, una de
las más destacadas y con mayor historial bélico del Ejército
Popular.
La
llegada al frente de Luvirrén,
como así le llamaban los milicianos, tuvo sus consecuencias
organizativas en las trincheras, tanto por su carácter y experiencia
en la guerra, como por su capacidad de mando. Renn
sabía que la unidad del gobierno era una condición necesaria para
dirigir la campaña de guerra, pero no suficiente para la victoria.
En la guerra civil española el éxito militar dependía de dos
factores: la cuantía y la eficacia del apoyo exterior en armamento,
además del personal preparado disponible, y la rapidez relativa con
que ambos bandos formaran una fuerza de combate eficiente. En ambos
aspectos él era consciente de que los nacionales habían tomado la
delantera a los republicanos. En poco tiempo se convirtió en un
oficial carismático, a la vez que silencioso y observador. El
prestigio entre los combatientes se lo ganó con diversas acciones
militares donde brilló como estratega. Para él era primordial el
que los milicianos no expusieran inútilmente sus vidas. Hay
mayor heroísmo en ocultarse y estar listos para los combates
decisivos
–subraya en un episodio– que
en exponerse sin sentido.
Hay
muchos apuntes sobre personajes de renombre que Renn
destaca, como la presencia de
Rafael Alberti,
agitador eficaz de los milicianos con sus soflamas líricas o
Hemingway,
al que acompañó a visitar zonas de combate, sin apenas intercambiar
palabras con el americano. Con el líder anarquista Angel
Pestaña
mantuvo una relación discreta y fluida, compartiendo consignas
organizativas para las milicias. El escritor tampoco se olvida de
recoger diálogos vivos entre oficiales y milicianos corrientes
pulsando sus inquietudes.
Renn
deja para el lector curioso un testimonio extenso y capital, el de un
historiador comunista, actor y testigo comprometido en la defensa de
los valores republicanos, narrado sin dramatismo, con las armas
propias que debe manejar un buen cronista: la verdad, la observación
y el detalle.
La Guerra Civil
Española
de Ludwig Renn
es un libro a tener en cuenta, dictado con sobriedad y aplomo, desde
la convicción de un hombre fiel a las consignas de su partido,
disciplinado, exigente y en primera línea de fuego, que no le
importó jugarse la vida por unos ideales.
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