sábado, 12 de octubre de 2013

La historia de un hombre común


Cuando atrapé entre mis manos el libro de Leila Guerriero (Junín, 1967), Una historia sencilla, publicado por Anagrama, supe nada más leer las primeras frases que, aquella crónica anunciada en el arranque de la novela, me iba a enganchar: por lo particular de un concurso nacional de baile y por lo recóndito de la competición, allá en las entrañas de un pequeño pueblo argentino de seis mil habitantes, Laborde. Tengo motivos personales para sentirme atrapado por estas historias y se justifican porque conozco muy de cerca los entresijos de competir en un escenario. Una experiencia imborrable, sobre todo, si se trata de la vida artística de tu propio hijo.

Yo, nada sabía de la existencia de una danza gaucha denominada malambo. Así que nada más iniciar la lectura no pude contenerme y me precipité al Youtube buscando algún vídeo sobre este baile. La sorpresa fue mayúscula: se trata de un baile viril, elegante y de un ritmo in crescendo excitante. Después de disfrutar de algunas de estas grabaciones, regresé a la historia con más ahínco e interés.

Hace unos años, Leila Guerriero quiso acercarse a Laborde para entender por qué esos hombres, nacidos en el seno de familias humildes, exponen su tiempo y dinero entrenándose durante años para alcanzar la gloria, conscientes de que esa cúspide, a su vez, se convertirá en el fin de sus carreras. Leila quería captar con sus cinco sentidos los secretos del festival, pero una de las noches que ve actuar a uno de los bailarines queda asombrada y decide que la historia que va a contar sea también la historia de ese hombre, Rodolfo González Alcántara. Guerriero logra con Una historia sencilla entusiasmarnos en esta crónica y nos ofrece un documental literario sobre el campeonato nacional de malambo, tan lleno de emociones, que no solo son vividas por sus protagonistas, sino especialmente por los familiares de los concursantes y los encendidos aficionados que acuden al certamen cada año desde todos los puntos y regiones del país. Leila nos descubre con su pluma mágica de cronista el secreto del malambo, después nos muestra a los artífices del secreto para desvelarnos que lo mejor de ese secreto es la posibilidad de alcanzarlo.

Una historia sencilla es la épica de un hombre común ambientada en el corazón de la pampa argentina, donde la tradición, el folclore, el paisaje y paisanaje caminan altivos por sus entrañas, que tendrá que luchar como un atleta, hasta la extenuación, para poder alcanzar la batalla final: un zapateado de cinco minutos que le lleve a la gloria. Todo lo que cuenta este reportaje narrativo sucede durante una semana, en una competición durísima y exigente que premiará al mejor bailador de malambo del año. Podemos percibir las palpitaciones de los protagonistas porque Guerriero nos conduce entre el gentío del festival, en un acercamiento tan íntimo que consigue que el lector se convierta en un espectador más.


Lo que sobresale en la escritura de Laila es el clima, el tono que luce en el texto como fundamento de la información que va transmitiendo. Este aspecto está muy bien cuidado por la periodista argentina. Además, existe una apuesta de Guerriero para que su crónica no olvide su fundamento, que no es otro que contar una historia donde los personajes pongan el alma y la vida, llámese Rodolfo González, Tonchi o Sebastián Sayago.

Una historia sencilla es una novela maravillosa, con una prosa precisa e íntima que logra conmover. El resultado es notable: Leila Guerriero es capaz de entusiasmarnos con la particularidad de un baile autóctono, hasta el punto de despertar emotivamente nuestro interés con la historia de un hombre común en la que no hay tragedias, solo sueños.


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