Eloy
Tizón (Madrid, 1964) vuelve pletórico y luminoso al escenario
literario después de un paréntesis largo de siete años de
silencio. Regresa al género breve de nuevo con Técnicas de
iluminación, editado por Páginas de Espuma, un
formato que tantos parabienes le depararon con Velocidad de los
jardines (1992) y Parpadeos (2006), y que tanto
deslumbraron a sus lectores. Los libros de relatos de Tizón
tienen delimitados un territorio propio e inconfundible, gracias a
esa mirada lírica e intensa, que le aúpan casi a un mito de la
literatura contemporánea en español. Al menos esta vez no tuvo que
esperar catorce años en publicar cuentos, solo la mitad. El
presente libro es la constatación del esmero y paciencia que el autor madrileño profesa a su escritura.
Técnicas
de iluminación reúne diez historias protagonizadas por
personajes sombríos y a la deriva en diferentes contextos vitales.
En algunos de ellos predomina el dramatismo, en otros la ironía y el
sentido del humor. En todos estos relatos sobresale la mirada poética de Tizón para hablar del mundo y de las relaciones
humanas que, pese a la adversidad, sus protagonistas mostrarán
voluntad de sobreponerse y salir adelante. En el libro hay un eje
conductor, un universo metafórico de búsqueda de luz, concebido
como una colección conceptual de relatos, con una intención de
inquietar y dejar inerme al lector. Uno se asombra con el
sentimiento de culpa que algunos personajes manifiestan, quizás por
la desubicación de los mismos ante lo sucedido. De manera que los
personajes no cejan de interrogarse en esa desorientación hasta
trasladar al lector sus dudas: en Fotosíntesis recrea los
trastornos oníricos de Robert Walser para trasladarnos que
“vivir es vibrar” a pesar de que “todos somos viudos de
nuestra propia sombra”; en La calidad del aire el
narrador plantea la dificultad de perderse y esquivar las caras de
los amigos y familiares; en Los horarios cambiados
sabremos qué significa la escritura para el personaje: “escribir
no es ese espacio apropiado para instalarse en él durante largas
temporadas, sino solo para hacer visitas breves, entrar y salir...”
; en cambio, en Volver de Oz entramos en un escenario
crepuscular, en un contracuento infantil con un final nada feliz.
Cada
una de estas historias narra un hecho insólito en el
acontecer de sus protagonistas a pesar de que las acciones aparezcan a
menudo inacabadas o con interrogantes que quedan en el tejado del
lector para su resolución. Sin embargo, estas vidas grises tienen la
aspiración de la redención. Crear historias complejas con pocos
elementos, narrar en lo breve esa síntesis para que el lector se
sumerja en el cuento y encuentre el sentido de lo escrito, ese es el
desafío de Tizón. El resultado es este libro inmenso, en
el que el escritor madrileño demuestra su oficio y madurez
literaria.
En
Técnicas de iluminación Eloy Tizón despliega
todos sus mecanismos propios: escribir cada historia con el lenguaje
al servicio de la voz narrativa, despojado de adornos, portátil,
manejable, y con los elementos mínimos que precisa un escritor de su
calidad: meticuloso de la palabra y el detalle, que sabe mirar lo
diminuto para elevarlo a lo máximo.
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