El
chileno Alejandro Zambra (Santiago de Chile, 1975) irrumpió
en el panorama narrativo español en el 2006 con su novela breve
Bonsái, un libro que tuvo buena crítica en los
diferentes suplementos culturales de los principales periódicos
nacionales. Sin embargo, con Formas de volver a casa (2011),
su tercera novela, una historia tierna y cruel a la vez, Zambra
rompió gran parte de su anonimato entre los lectores españoles y
logró notoriedad merecida, algo que ya lucía sobradamente en el
cartel narrativo de su país.
El
pasado mes de enero, el escritor sudamericano presentó su debut en
el género del cuento con los once relatos que conforman Mis
documentos, su nuevo libro, que transita por la autoficción
y el recuerdo. En algunos de ellos, como Mis documentos,
Camilo, Instituto Nacional o Yo fumaba bien, hay
un narrador en primera persona que despliega un tono evocativo sobre
andanzas y vicisitudes de la juventud temprana, hechos supuestamente
vividos por el autor, aquejado de migrañas incisivas. Uno de los
puntos álgidos del libro lo ofrece el relato Vida de familia,
una historia de una impostura, narrada en tercera persona, en la que
el personaje quiebra su vida precaria, urdida en la mentira, para
recomponerse.
Mis
documentos son relatos sobre la memoria que se guardan en el
archivo de la carpeta de nuestra infancia, que atesoran episodios de
una época que marca buena parte del futuro, nos viene a decir
Zambra, especialmente en el cuento que lleva el mismo título
que el libro. Éste, quizá, sea el más testimonial de todos, una
historia protagonizada por un niño que quiere pertenecer a algo, a
un grupo o dedicarse a una tarea singular, como tocar la guitarra o
ser un monaguillo dintinguido. En Mis documentos
aparece, como hechos relevantes, los ordenadores y el desarrollo de
las tecnologías al compás de la creación literaria, capaz de
cortar y pegar rememoranzas tan frágiles como el propio texto. Son
guiños que lanza el propio escritor al lector para advertirle que a
la despensa de la memoria hay que acercarse con atención y cautela,
si queremos autentificarnos. Zambra, por tanto, pone a prueba
aquí diferentes formas y tonos, desde la prosa más llana y delgada
hasta la más minimalista, cuando se trata de destacar vidas
insignificantes.
Convengamos
que el chileno Zambra
se está haciendo hueco en la literatura latinoamericana reciente y
que es un escritor con una prosa que cautiva, gracias a la habilidad
de entretejer historias entre la biografía y la ficción. No es nada
baladí afirmar sencillamente que Mis documentos es un
libro entretenido y ameno, construido a partir de elementos vitales
que derivan de la experiencia literaria de narrar recordando o
imaginando. Y como todavía espero más del sudamericano, yo
aguardaré a ver qué nuevas historias vendrán de la memoria de su
computadora cuando le dé por pulsar el comando “Abrir carpeta”
de sus documentos.
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