martes, 18 de marzo de 2014

Andar por la cuerda floja


Hace diecisiete años leí Muntaner, 38 de José A. Garriga Vela (Barcelona, 1954), una novela entrañable que rescata la dirección de la casa donde el autor vivió su infancia y en la que la figura del padre encarna el dolor y dignidad del bando de los vencidos. Garriga Vela, que nació un 20 de noviembre, cuenta en este libro cómo su padre le recordaba que había nacido en el día de todos los muertos: la fecha en la que murieron José A. Primo Rivera, Buenaventura Durruti y, veintiún años después, Franco... Con esta novela descubrí a un narrador magnífico y evocador que había logrado conmoverme.

El cuarto de las estrellas (Edit. Siruela), Premio de Novela Café Gijón 2013, es lo último publicado por el autor barcelonés y confirma que Garriga Vela sigue estando en estado de gracia. Con esta novela, el escritor catalán despliega una historia donde un hombre tiene un accidente fortuíto que le provoca un borrado total en la mente, exceptuando los episodios más remotos. Son tantas las evocaciones del pasado que brotan de su cabeza, que se traslada al lugar de su niñez para escribir una novela sobre todos esos recuerdos inusitados. El escenario del relato se situa en La Araña, un lugar opresivo y anodino ubicado en ninguna parte, según dice el narrador, pero que se sitúa cercano al mar y es archiconocido por su cementera asfixiante. Y es aquí, en este paraje extraño y gris, entre el mar y el polvo, donde el narrador se dedica a contar la historia familiar que envuelve un misterio bien guardado y que se desvelará después del giro de los acontecimientos venideros. La vida de la familia da un repentino vuelco cuando el padre resulta agraciado en el sorteo del premio gordo de la lotería de navidad en 1973, y emprende un viaje familiar a Nueva York, su ciudad añorada. En el transcurso del mismo, desvelará a su hijo un secreto que no puede guardar por más tiempo. De manera que esos secretos callados configuran la piedra angular del relato e irán tomando cuerpo conforme el narrador va removiendo las cenizas del pasado. La memoria, que se ocupa de ello, traerá ese pasado familiar, en ocasiones para recrear momentos hermosos y, otras veces, para ajustar cuentas pendientes. El relato, conforme avanza, se va transformando en una indagación sobre las extrañas historias sentimentales de la madre y su amante.

El cuarto de las estrellas es una historia melancólica y triste por donde transitan los asuntos que preocupan a Garriga Vela: la infancia, la familia, el presente, el azar y la muerte; temas fundamentales que le obsesionan y que sólo la ficción tiene ese poder de sacar a la luz lo que la intimidad, en la vida real, se reserva. “Sin memoria no somos nada”, dice el narrador de este libro, y es que el paso del tiempo es una obsesión que se acentúa con el devenir de los años, afirma el propio escritor en una reciente entrevista.


José A. Garriga Vela ha escrito un libro intimista, con un meritorio pulso narrativo, capaz de dar saltos en el tiempo y desvelar los secretos familiares, esos que andan por la cuerda floja del pasado más recóndito, valiéndose de la memoria y de la importancia que tiene en su narrativa la figura fundamental del padre.

El cuarto de las estrellas es una novela espléndida y hermosa que acredita la calidad literaria de su autor, un escritor que profesa el oficio como pocos, ése que exige la atención literaria del lector a cambio de recibir una buena historia como recompensa.


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