El
narrador de esta hermosa novela, que acaba de perder a su padre, no
parece recelar de su memoria, ni de su identidad, más bien de lo que
se lamenta es de su sino enfermizo, de vivir encerrado entre el amor
intermitente, la filosofía como soporte vital y el egoísmo común
de adolescente, incapaz de asumir las desavenencias de la realidad.
Con
la muerte del padre del narrador, un asunto tan literario como
freudiano, arranca la reciente novela de Celso Castro
(A Coruña, 1957), una historia en la que el escritor gallego, una
vez más, regresa, pletórico, a su estilo minusculista, un sello
tan suyo de trazar la frase sin usar las mayúsculas, como ya se
conoce en sus anteriores entregas: astillas
(2011) y el afinador de habitaciones
(2010). Ahora, después de haber transcurrido cuatro años, nos
presenta entre culebras y extraños
(Destino, 2015), una
obra intimista escrita en primera persona, desde la madurez de su
autor y bajo el caleidoscopio de un joven extraño y frágil, de
apenas dieciséis años, recluido a todas horas entre las cuatro
paredes de su habitación, atribulado en lecturas filosóficas, que
inciden en su condición de adolescente y en la manera de afrontar su
delicada salud.
Un
vehemente lector joven, apasionado de los grandes pensadores clásicos
de orientación pesimista, como Nietzche,
Kierkegaard y,
especialmente entusiasta de Schopenhauer,
que además ama a Sofía,
su complemento vital y a la que todavía no goza por entero, se ve
arrastrado a vivir en un desconsuelo permanente. El protagonista de
esta novela de aprendizaje, pero de amor también, no es un arquetipo
de esta etapa de la vida que transita por la adolescencia. El
narrador es un joven sensible, problemático e inteligente.
Sobreprotegido por su madre y ninguneado por un padre al que
aborrece. El transcurrir de sus días le resultará una experiencia
inaceptable y desvalida, una agresión continua a su persona. No
acepta ni asume estas circunstancias que parece haberle reservado su
destino.
Conforme
el lector se va adentrando en las entrañas de la historia, una
atmósfera pesimista que contagia el ambiente lo va atrapando. El
protagonista da pie a ello. Su pesimismo vital, impropio de su edad,
es una consecuencia del cómputo de lecturas filosóficas que no para
de acumular y que promueven ese arte de saber vivir al que alude el
viejo Schopenhauer:
si no se puede ser feliz
en este mundo, habrá que procurar al menos no ser tan desdichado.
En ese camino, el narrador proyectará su insatisfacción, que le
conducirá a descubrir un secreto bien guardado en la familia y del
que él intentará desasirse.
entre culebras y
extraños es una novela
breve, intensa y amena, con mucha carga poética deliberada, que
denota la estirpe lírica de su autor y su introspección literaria,
un monólogo del yo que aflora secretos familiares y preguntas sin
respuesta entre los personajes.
Celso Castro
ha montado un discurso narrativo que fluye sin puntos y aparte, un
estilo muy especial, que logra el fluir intenso de la novela, gracias
a esa conducción musical apoyada en la frase pulida y la palabra
mínima y ajustada de su prosa.
entre culebras y
extraños conforma un
engranaje rítmico que lleva al lector de la mano hasta la conclusión
de la historia que, por coherencia y propósito de su creador,
termina sin punto final, pero que deja la sensación en quien la ha
leído de haber pasado un buen rato atento a las razones y manías de
su joven protagonista, un ser de alma agitada y singular, para quien
la vida le reservó muchas menos banalidades que al resto de sus
congéneres.
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