Hacía
más de una década que no leía algo de Felipe Benítez Reyes,
(Rota, 1960), y en estos últimos días me he sumergido en sus dos
últimas propuestas literarias en las que el poeta y narrador andaluz
se mueve como pez en el agua: el poema y el cuento.
Las identidades,
editado en la Colección
Visor de Poesía,
es un poemario escrito entre 2006 y finales del 2012. La escritura
poética de Benítez
Reyes
se podría encajar entre el homenaje, la parodia, el rigor y, por
supuesto, la ironía. Estos distintos tonos forman el compendio de los
rasgos que caracterizan la poesía del escritor roteño. Pero aquí,
también, el poeta no ha podido dejar de mirarse en el espejo de
la realidad cotidiana y ofrece su testimonio político de los convulsos
acontecimientos de la actualidad: el precio de un soldado en la guerra, el ansia
oscura del dinero, las pateras huidizas hundidas en la playa... Además
de esta realidad amarga, el autor de Vidas improbables se pregunta a sí mismo, a modo de
introspección, e incluso no se fía de la voz que le da las respuestas a
sus preguntas al otro lado. El propio escritor, en una entrevista, dice
que “para
desconsuelo de quienes escribimos, las palabras sólo aciertan a
tantear los grandes misterios, los sucesos decisivos y esenciales de
cualquier existencia”.
Al
leer y releer estos poemas, agrupados en tres episodios, he llegado a la conclusión de la necesidad de la poesía en estos tiempos, como piedra angular de
lo que en más de una ocasión he oído afirmar a Luis
García Montero,
poeta y amigo de Benítez
Reyes:
“La poesía es
un ajuste de cuentas con la realidad”.
En la primera parte, el poeta nos sitúa en una serie de poemas
repletos de dudas y de preguntas. En el segundo bloque, los versos
parten de viajes y se expanden en postales y lugares que determinan
espacios vertiginosos donde el autor se recrea. El poema de Lectura
de Lisboa
es un homenaje extraordinario y hermoso a Pessoa
y una oda triunfal a esta ciudad repleta de símbolos y en Postal
del Báltico nos acerca a la metáfora de la vida, como la navegación al secreto
insondable de la razón. En la parte final, Entre
sombras y bosquejos,
Benítez Reyes
se vuelve más reflexivo e intimista y nos habla de la enfermedad y
la muerte, de las hogueras interiores, de la infancia, del circo, del
miedo y los ecos del tiempo hasta llegar al final:
Todo
va por el aire.
(¿Y
todo es suyo?)
Del
mundo ha de quedarte tan solo una leyenda.
Del
tiempo, el eco anómalo
de
unos pasos en fuga.
(Tu
paso entre la fuga de las cosas,
las
cosas en la fuga de sí misma.)
Todo
va por el aire,
se
posa en ti,
vuelve
al aire.
¿Quién
dice permanencia?
Tú
roza el espejismo y sigue huyendo.
Felipe
Benítez Reyes siempre ha desbordado emoción
y talento en su producción poética, y en este hermoso libro da buena prueba de ello.
La
segunda propuesta que traigo del escritor de la bahía de Cádiz es
el libro Cada cual y lo extraño,
recientemente publicado en la editorial Destino.
En esta colección de doce historias, a modo de almanaque, Benítez
Reyes despliega su oficio de
narrador de cuentos con eficacia y con el recurso del humor como
clara seña de identidad de su escritura. En unas declaraciones de
hace unos días en el periódico ABC,
el escritor admite que la explicación de escribir un cuento por cada
mes del año se debe a que “quería
darle un tipo de estructura, porque los libros de relatos tienden a
diluirse, porque no tienen estructura interna, así que al final hice
una especie de almanaque”.
Una de las peculiaridades de estas historias es que todas ellas están
contadas en primera persona, como hechos significativos que le
suceden a cada uno de los narradores y, también, el tono narrativo
es muy distinto, según el tipo de narrador que la cuente.
El
libro se inicia con el relato de El
mago y los ojos, que aborda de una manera irónica y autobiográfica la temática de los
reyes magos, un asunto muy propio de nuestra infancia, lleno de
incertidumbres y decepciones. Y así continúa el escritor como si
nos condujera por un calendario vital: enero y los falsos reyes
magos, febrero y las rebajas, marzo y los carnavales, mayo y los exámenes, junio y la noche de San Juan o noviembre y el Tenorio del
geriátrico. Historias muy diversas en formato y escenario, pero con
un clima en común a pesar de sus diferencias.
Bajo
esta estructura de ciclo anual desfilan toda una panoplia de escenas
familiares, viajes estivales, recuerdos infantiles, parejas rotas,
noviazgos incipientes, un cuento también de la mili o la
representación teatral en un asilo. La convivencia humana y sus
entrañables personajes están presentes en este delicioso y
sorprendente libro que constata la brillantez y perspicacia de este
poeta y narrador.
A
veces ocurre que las coincidencias editoriales sorprenden incluso al
mismo autor y estos azares redundan en provecho del lector cuando lo
publicado casi al mismo tiempo, como es el caso de
Las identidades
y Cada cual y lo extraño,
son dos bocados literarios agradables al paladar y llenos de
vitaminas que agradece nuestro cuerpo cuando se trata de buena
literatura. Brindo por ello. Y a los que se dejen persuadir, ¡bon
appétiv!
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