En sus diarios, José Carlos Llop (Palma de Mallorca, 1956) es un autor que practica como pocos la reflexión moral. En cada
página de La estación inmóvil, Champán y
sapos, Arsenal o La escafandra el lector siempre encontrará un hallazgo deslumbrante o un aforismo certero. Estos
dietarios de Llop me han servido de consuelo en muchas tardes de hastío. Su última publicación, Solsticio (Editorial RBA), aparecida recientemente, se aleja de este género, pero se enmarca en la memoria y en la autobiografía.
Dice Llop en el arranque del libro: “Debo un paraíso privado a dos razones
singulares: el hecho de ser insular y el Ejército”. En él narra cómo, allá entre los años 1961 y 1968, en el período de su infancia más emotiva, cada
mes de agosto, un Simca del ejército, color cereza, recogía a su
familia para conducirlos, a más de ochenta kilómetros de distancia, hasta una batería militar, en Betlem, donde su padre, teniente
coronel de Artillería, dirigía aquel puesto de mando de la costa
mallorquina. Todas las páginas de Solsticio evocan, desde el
intimismo, los momentos de aquellos veranos de la infancia: paseos
por las montañas, lecturas, vistas al cielo estrellado de las noches
de estío o la persistencia de la fortaleza militar.
El
libro en sí, habla de la transcendencia de la vida cotidiana a
través de una escritura autobiográfica. Una historia familiar de
verano, a la que Llop da una particular consistencia, yendo desde el mito insular hasta el mito del Mediterráneo. En una
reciente entrevista en el Diario de Mallorca, José Carlos
Llop aborda el tema del mito y de la tarea de escribir en la que afirma
sin remilgos que “el oficio de escribir en el fondo es el oficio
de pensar... los tiempos se unifican, el tiempo acaba siendo todo el
tiempo y Solsticio participa de eso”. Por
tanto, el tiempo que transcurre en el texto es un tiempo doble: el
del pasado, referido al del niño que pasaba las vacaciones en Betlem
y el presente, el del adulto, el narrador que valora y reflexiona lo
vivido. Solsticio es un libro del pasado, escrito desde
el presente, en el que el escritor balear explora y medita. Más
adelante, en la misma entrevista, se atreve Llop a descifrar
el nacimiento de los mitos y nos da las claves que identifican a
Betlem con un pasaje tal vez bíblico e, incluso, griego: “En la
literatura, como en los mitos, hay una genealogía y al principio de
todo está la Biblia y la Odisea.
Ambos libros representan en Solsticio la cultura
y la civilización...”
Llop nos entrega un texto que es un viaje de gran carga
poética, que atraviesa el tiempo y el espacio, y que supone un canto a
la mediterraneidad. Desde esta Arcadia personal, José
Carlos Llop revela sus inquietudes literarias y pasea a Robert
Graves y a Lawrence Durrell, entre otros.
No cabe duda de que Solsticio es un himno a la memoria, cuyas
imágenes y evocaciones literarias perduran en el tiempo.
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