Unamuno
apuntó, hace ya tiempo, que “el escritor que hoy quiere ser
leído ha de saber fabricar píldoras, extractos, quintaesencias”.
El auge sobrevenido en los últimos tiempos por las formas breves en
la literatura ha propiciado una revitalización fulgurante del
aforismo. Confieso que tengo una gran debilidad por la brevedad
(influencia de Gracián y Pascal), y me considero un
lector insaciable en esta categoría literaria. Ciertamente, en el panorama
español actual, gozamos de una excelente caterva de escritores que
cultivan este género en alza. Recuerdo que el pasado año hice mi
homenaje particular a la memoria de dos maestros de estas formas
breves y agudas como lo fueron Carlos Castilla del Pino, con
Aflorismos, sus pensamientos póstumos y el gran Carlos
Edmundo de Ory, con sus sentencias y fogonazos en Aerolitos.
No me olvido tampoco de Ramón
Eder, Carlos
Marzal, Benjamín
Prado, Andrés
Neuman o Erika
Martínez,
extraordinarios aforistas que se han perpetuado muchas tardes de
lecturas entre mis manos.
Acabo de leer un nuevo hallazgo, en este terreno tan querido, se trata de Los extremos
(Editorial Lumen),
publicado en 2011, escrito por el poeta, ensayista y musicólogo
medieval y renacentista Ramón
Andrés (Pamplona, 1955).
Los extremos
tienen una textura e intensidad que linda con la alta poesía. Estos
breves pensamientos iluminan y enumeran los asuntos más
recurrentes del alma humana. Son de
lectura inagotable, repleto de refinado desprecio a toda vanidad y a toda fama. Cuando te adentras entre las páginas de Los
extremos descubres la visión
personal y, al mismo tiempo universal, que obliga a
reflexionar y a extraer conclusiones o, simplemente, dudas:
_______________
Por
amplio que sea el pensamiento, siempre tiene un punto ciego: nuestros
ojos (pág.7).
Hay
personas que ocupan y otras abarcan (pág.
9).
Cuanto
más hondo se respira, menores las creencias (pág.
15).
Las
verdades no maduran, envejecen
(pág. 24).
De
la especulación del suelo surgieron las naciones
(pág. 26).
El
cerebro tiene un margen de error; el corazón, no
(pág. 28).
El
mundo no nos puede sacar de dudas, un buen libro tal vez sí
(pág. 35).
Sólo
tenemos miedo a la certeza. El supuesto pavor a lo desconocido no es
tal. Es nostalgia (pág. 59).
_______________
Estas
son algunas muestras de los 290 aforismos reunidos en esta singular
obra, unos pensamientos abiertos para que el lector transite por el
tiempo, para escrutar sobre hallazgos filosóficos. En cierta medida,
el texto de Andrés,
colmado de inteligencia y profundidad, redime al lector de no
precipitarse por ocurrencias embarazosas, porque los aforismos
recogidos en Los extremos
están concentrados por frases felices, verdades irónicas y burlas
sublimes.
Los aforismos de Ramón
Andrés son todo un
florilegio jugoso para leer lentamente, para pensar por lo breve.
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