miércoles, 20 de noviembre de 2019

Exégesis personal


Sin apenas darnos cuenta vivimos de la novedad que nos brinda el instante, del instante mismo, porque cada momento es único y diferente. La costumbre de lo cotidiano parece volvernos insensibles a lo que surge de nuevo, a lo que parece lo mismo y sin embargo es nuevo, porque nada se repite exactamente igual, porque la repetición no es la reiteración de un suceso, sino la secuencia de asuntos que conforman toda una vida.

Bajo esta idea de lo efímero del tiempo y sus consecuencias se cierne Una furtiva lágrima (Alfaguara, 2019), el nuevo libro de Nélida Piñon (Río de Janeiro, 1937). Una furtiva lacrima es una bellísima romanza incluida en L'elisir d'amore, compuesta por Donizetti, el aria más celebre de esta ópera que ha sido interpretada por los mejores tenores de todos los tiempos, un título que toma la escritora brasileña para su obra con el que poder contar el pálpito de sus suspiros que, al igual que se deja sentir en la pieza musical, le han ido sobreviniendo a lo largo de su vida y de toda su trayectoria literaria, un corolario sucesivo de su condición de escritora que ronda por todas sus páginas.

Podemos afirmar que estamos ante un autorretrato literario, unas memorias intermitentes reunidas en más de ciento cuarenta textos, algunos de ellos de apenas un párrafo de extensión, que conforman en su conjunto una exégesis personal en la que su autora aborda pasajes de su vida cotidiana, enfoques, reflexiones y retazos literarios por los que transitan su carisma, virtuosismo y tentativas en torno a la palabra, a la creación y al arrojo de vivir en soledad: “Tengo una feroz vocación por la soledad, el lugar metafísico donde mejor me encuentro”. Tampoco se achica en resaltar la estrechez delimitada que impone la soledad en el hogar: “El hogar es insuficiente. Conviene abandonar los límites espasmódicos de la vida cotidiana”.

Viene a decir que la biografía de cada uno es, en el fondo, una biografía literaria, una biografía conformada en relación con personajes y situaciones múltiples, con voces y con dudas, con revelaciones, creencias y titubeos, con alegrías y con miedos, es decir, con todo lo que configura el relato de toda una vida. Según Piñon, la literatura es una experiencia de posibilidades que nos hace sentir la esperanza, la angustia, la duda, la paradoja, el sobresalto, la emoción y la pena. En una palabra, la incertidumbre es su hilo de Ariadna, una constante universal: “Mi universo sirve a la palabra y a los seres que piensan, sienten y palpitan en torno a esta materia sutil y compleja, fina como el trazo de un dibujo que se esboza con manos trémulas y el corazón constreñido y contrito”.

El buen lector, que suele tener un olfato fino, descubrirá cuánto, entre la vida y la obra de Piñon, hay aquí de coincidencia y valores éticos. El lector se percata de que la escritora no se detiene en proclamar de nuevo su estancia preferida, el recogimiento. Insiste en que la soledad de cada cual contiene una historia. Es cierto que aquí uno se encuentra con recurrentes pasadizos aforísticos, evocaciones del pasado familiar y, desde luego, muchas lecturas, regocijos y analogías en los que se aferra el discernir de muchas de sus anotaciones que hacen referencia a autores y artistas de lo más diverso, que abarcan desde relatos bíblicos hasta la mítica compositiva de Wagner, o que van de la maestría de Dostoievski, la eternidad de Homero, la genialidad de Velázquez, la elocuencia de Epicuro, hasta la admiración por Da Vinci, Cervantes o Machado de Assis.

Una furtiva lágrima es un libro íntimo de recuerdos, de referencias y reflexiones de Nélida Piñon, un compendio luminoso traducido bajo el cuidado de Roser Vilagrassa en el que predomina el alma de la escritora, el amor a su familia, su credo personal, su pasión y arrojo por la escritura y por un sinfín de asuntos que han dado sentido a toda una trayectoria dedicada a las letras. Por todo este haz de apuntes, iniciados hace siete años, trasciende un espíritu entusiasta que define su carácter vivaz y que, en esta ocasión, gracias a su forma fragmentaria, resalta más si cabe ese empeño suyo de seguir viviendo por y para la escritura: “desafiar la palabra, conceder a la imaginación una dimensión amplia, adueñarse de cualquier fantasía, de cualquier cosa que estuviera o no a mi alcance. Al fin y al cabo, la verosimilitud es mera coincidencia”.

Uno nunca sabe a ciencia cierta por qué lee un libro, la razón de su lectura. Incluso se podría decir que en toda lectura subyace una sinrazón que se convierte en una interminable melodía que dura toda una vida. Digamos que la sinrazón es esa que está en los límites de la racionalidad. Cuando uno acaba con la lectura de un libro como este, tan vívido de exaltaciones, experiencias y tentativas, la sinrazón se convierte en deleite, y su detonante no es otro que la proximidad de la voz que lo acompaña, su manera de contarnos la verdad que da sentido a la otredad del libro. Valió la pena.


2 comentarios:

  1. De Nélida Piñon me había leído "Libro de horas" que creo que está en la misma línea intimista y autobiográfica que éste que reseñas. Me había gustado mucho su lenguaje poético y sus reflexiones heterogéneas sobre casi todo y también sobre el propio lenguaje. Me había llamado mucho la atención esta frase tan corta y contundente que apunté (junto a otras): ""Voy a morir y nada sé."
    Un saludo Jimy!

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  2. Bonito apunte, amiga Sandra. Abrazo desde esta orilla atlántica.

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