martes, 1 de julio de 2014

El laberinto del dolor


El cine está lleno de imágenes dramáticas y desgarradoras, hasta el punto de no saber decir con cuántas películas he llorado literalmente. Recuerdo que la película dirigida y protagonizada por Roberto Benigni, La vida es bella, fue una de las más audaces en arrancarme algunas lágrimas sentidas. Aquel padre, aturdido ante la barbarie de los nazis, no deja de velar por la existencia de su hijo con la ocurrencia de procurarle una versión diferente de lo que sucede en el campo de concentración, todo un alegato de amor y entrega al pequeño Giousuè que acaba creyéndolo todo, gracias a la convincente historia que le cuenta éste y a su propia inocencia... Sin embargo, con los libros casi nunca he llorado, aunque me haya emocionado infinidad de veces con sus historias.

Esta mañana concluí la lectura de La hora violeta (Mondadori, 2013), un libro conmovedor con el que, al llegar a la última página, acabé sollozando. La hora violeta, de Sergio del Molino (Madrid, 1979) es una historia de amor y luto de un joven padre por la pérdida de su hijo. Dice el autor que la hora violeta es la hora que ninguno querríamos vivir, y sin embargo, el dolor que transita por las páginas del relato consigue que el lector la viva hasta el final con el propio narrador. Hay tanto corazón puesto en el texto que la palabra escrita palpita desde el primer párrafo hasta el punto final. Nos encontramos ante una novela de las denominadas de pérdida, en la que el protagonista es el autor, un padre que ve morir a su hijo, un suceso tremendo que no ha vivido mucha gente, una pérdida que para algunos solo es posible retener si escribes sobre el ser querido malogrado. Ése es el sentido de las novelas sobre la pérdida, un empeño de no olvidar ni aceptar las preguntas que nunca podrán ser contestadas, como nos recordaba Francisco Umbral en su memorable Mortal y rosa. Un género íntimo que en los últimos años ha tenido muy buenas propuestas narrativas, como Tiempo de vida, de Marcos Giralt Torrente, una confesión valiente y hermosa, o La ridícula idea de no volver a verte, de Rosa Montero, un libro inclasificable y estremecedor sobre el dolor que produce la muerte de los seres más queridos.

La hora violeta es, por tanto, un libro que encaja en este género. Lo que narra el periodista Del Molino no es más que el año fatídico de la vida de Pablo, su hijo de apenas dos años, desde que fue diagnosticado de una rara y mortal leucemia. Sergio y Cris ponen toda la piel en el asador en la lucha angustiada por la curación de su hijo Pablo y no desfallecerán en su empeño hasta la mala hora del desenlace fatal.

La lectura de esta obra íntima y conmovedora es una experiencia que deja huella y a mí, personalmente, me ha emocionado sobremanera. Del Molino describe como pocos lo que encierra la vida en una planta hospitalaria de oncología infantil, donde los niños enfermos juegan por los pasillos ante las miradas tristes de sus familiares, y es capaz de atajar esta atmósfera sobrecogedora con mucha belleza literaria sin caer en un vano dramatismo. La hora violeta es un viaje al dolor y al amor, una reflexión sincera sobre la enfermedad y la condición humana. Es el libro más íntimo y reflexivo del escritor madrileño afincado en Zaragoza que, además, asegura que su obra no es el resultado de ninguna escritura de terapia, y eso no quiere decir que el libro no le haya reportado algún tipo de sanación al transformar su rabia en amor.

Resumiendo: Sergio del Molino irrumpe con maestría con una novela en donde el llanto y el desconsuelo se eleva literariamente gracias a una prosa tersa y punzante. La hora violeta no es un libro fácil de reseñar, porque el fondo del asunto se sobrepone a la forma, y esto quiebra la mirada crítica necesaria, al ligarte irremediablemente al desconsuelo del narrador, pero esta justificación nada resta a la calidad literaria de este libro impactante y estremecedor que recomiendo vivamente.

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