Cualquiera
de los muchos lectores que conocemos la obra de Paul Auster,
somos conscientes de la simbología de su narrativa. Sin embargo poco se conocía de su producción
poética. Ahora Seix-Barral acaba de publicar su poesía
completa en una edición a cargo de Jordi Doce. En dicho
volumen se incluyen además dos textos que ayudan a entender la
posición literaria de Auster: Notas de un cuaderno de
ejercicio,donde el
neoyorquino recurre al dilema y dice: “Fe en la palabra
es lo que llamo clásico. Duda en la palabra es lo que yo llamo
romántico”. En verdad el
americano es un romántico que quiere ser clásico. Y Espacios
en blanco es un texto de
línea narrativa intensa donde marca un antes y un después en su
trayectoria literaria.
Pese
a que el éxito le llegó gracias a novelas como las que integran la
Trilogía de Nueva York,
Paul Auster
se adentró en la literatura a través de la poesía con tan solo
nueve años. A los treinta dejó de escribir poemas. Conviene
destacar que el género lírico constituye solo una primera etapa de la obra
austeriana, que posteriormente dio paso a esas magníficas novelas que
han dado a su autor una merecida fama mundial. En
una entrevista reciente el escritor neoyorquino afirmaba: “Siento
que las palabras nos fallan, que no nos permiten describir el mundo
en su totalidad de matices, y de ahí nace la dificultad de la
comunicación. Busco entender la barrera que el lenguaje crea entre
las personas”.
En
buena medida la poesía de Auster
es el pórtico de entrada a su obra novelística. Las obsesiones del
escritor están presentes en su lírica: el azar, el laberinto del
lenguaje y la identidad. Es una poesía enigmática, a veces
hermética, pero que nos permite habitar su mundo. Su estilo es
fragmentario y se ocupa más de lo existencial del hombre en relación
al lenguaje y la escritura. Otro aspecto significativo es el ritmo
vibrante que Auster
imprime a sus poemas.
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